por AnaTé Rivera
“LA ABUELA CUENTACUENTOS”
¿Y porqué no empezar con un cuento?
Un cuento o relato es eso: una ventana a mundos desconocidos, un puente entre la
realidad y la imaginación.
Cada historia es un viaje, que no sabemos dónde nos llevará.
Hay un pueblo donde vive una señora conocida por todos, como: “la abuela cuentacuentos”
Lleva siempre un bolso casi de su mismo tamaño. Es una señora muy bajita con un bolso muy grande, donde guarda los secretos de miles de cuentos.
Cada tarde en el porche, se sienta en su hamaca y saca del bolso un cuento al azar y la abuela comienza a tejer sus historias: cuentos de aventuras, leyendas antiguas, relatos de
amor , sexo, esperanza, añoranzas, fantasías , miedo, dolor, suspense, intriga,risas, llantos.
Y así cada tarde…
Lo extraordinario de Ana (que así se llama la abuela), no es solo contar historias, sino transformar cada palabra en una imagen viva.
Cuando ella habla los que la escuchan ven sus paisajes, sienten las emociones de los personajes, huelen el aroma de las flores.
¡Viajar sin moverse… soñar… idear…!
La anciana, suelta su voz al aire, palabras más que sonidos, historias que trascienden en el tiempo.
De tarde en tarde, la abuela sacará de su gran bolso un cuento y lo pondrá en este espacio.
¡Serán momentos mágicos!.
Mete su arrugadita y pequeña mano en el bolso y saca:

EL ÁRBOL DE LAS LILAS
María Teresa Andruetto
Para Alberto
UNO
Él se sentó a esperar bajo la sombra de un árbol florecido de lilas.
Pasó un señor rico y le preguntó: ¿Qué hace sentado bajo este árbol, en vez de trabajar y
hacer dinero?
Y el hombre le contestó:
Espero.
Pasó una mujer hermosa y le preguntó: ¿Qué hace sentado bajo este árbol, en vez de
conquistarme?
Y el hombre le contestó:
Espero.
Pasó un niño y le preguntó: ¿Qué hace Usted, señor, sentado bajo
este árbol, en vez de jugar?
Y el hombre le contestó:
Espero.
Pasó la madre y le preguntó: ¿Qué hace este hijo mío, sentado bajo un árbol, en vez de
ser feliz?
Y el hombre le contestó:
Espero
DOS
Ella salió de su casa.
Cruzó la calle, atravesó la plaza y pasó junto al árbol florecido de lilas.
Miró rápidamente al hombre.
Al árbol.
Pero no se detuvo.
Había salido a buscar, y tenía prisa.
El la vio pasar,
alejarse,
volverse pequeña,
desaparecer.
Y se quedó mirando el suelo nevado de lilas.
Ella fue por el mundo a buscar.
Por el mundo entero.
En el Este había un hombre con las manos de seda.
Ella preguntó:
¿Sois el que busco?
Lo siento, pero no,
dijo el hombre con las manos de seda.
Y se marchó.
En el Norte había un hombre con los ojos de agua.
Ella preguntó:
¿Sois el que busco?
No lo creo, me voy,
dijo el hombre con los ojos de agua.
Y se marchó.
En el Oeste había un hombre con los pies de alas.
Ella preguntó:
¿Sois el que busco?
Te esperaba hace tiempo, ahora no,
dijo el hombre con los pies de alas.
Y se marchó.
En el Sur había un hombre con la voz quebrada.
Ella preguntó:
¿Sois el que busco?
No, no soy yo,
dijo el hombre con la voz quebrada.
Y se marchó.
TRES
Ella siguió por el mundo buscando, por el mundo entero.
Una tarde, subiendo una cuesta, encontró a una gitana.
La gitana la miró y le dijo:
El que buscas espera, bajo un árbol, en una plaza.
Ella recordó al hombre con los ojos de agua, al que tenía las manos de seda, al de los pies de alas y al que tenía la voz quebrada.
Y después se acordó de una plaza, de un árbol que tenía flores lilas, y del hombre que estaba sentado a su sombra.
Entonces se volvió sobre sus pasos, bajó la cuesta, y atravesó el mundo. El mundo entero.
Llegó a su pueblo, cruzó la plaza, caminó hasta el árbol y le preguntó al hombre que
estaba sentado a su sombra:
¿Qué haces aquí, sentado bajo este árbol?
Y el hombre dijo con la voz quebrada:
Te espero.
Después él levantó la cabeza y ella vio que tenía los ojos de agua,
la acarició y ella supo que tenía las manos de seda,
la llevó a volar y ella supo que tenía también los pies de alas.
Se acabó el cuento se lo llevó el viento