ENTREVISTA A RODOLFO GIL ROMERO

Por José Manuel Sanjuán

Pertenece Rodolfo Gil Romero (San Miguel de Tucumán, Argentina, 1954) a esa clase de conversadores que te escuchan con suma atención, sin interrumpir, pendiente de cada palabra y a cómo ha sido formulada. Sus réplicas, siempre sosegadas, recurren a la frase justa, al sintagma apropiado, al vocabulario preciso; ahora bien, sin escatimar contundencia si la ocasión lo requiere. Este modo de conducirse en el lenguaje hablado (firme, pulcro, atinado) tiene su reflejo en la escritura, con numerosos premios en cuentos cortos y microrelatos, y en la plástica, como fino autor de dibujos a tinta china, collages y acuarelas. Uno de sus relatos (premiado, por supuesto), Virando a Babor, se acaba de publicar en formato de libro: una cuidadísima edición limitada que ha contado con prólogo de Alejandro Pedregosa y pinturas del artista multidisciplinar Paco Sanguino, que figura como coautor del proyecto. De hecho, los catorce óleos que ilustran el texto funcionan como correlato visual y emocional de la trama (un hecho real ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial) y del protagonista (Ernst Peter, joven lector apasionado por el mar).

-El marinero Ernst Peter, tripulante a su pesar del submarino alemán U-77, llega al mar a través de los libros. ¿Hasta qué punto es conveniente idealizar las cosas, o el futuro?

-Creo que un niño de unos diez u once años con un libro en la mano tiende a imaginar todo lo que esa historia le ofrece, y puede llegar a idealizar. Ernst descubre el mar de la mano de Julio Verne, y llega por fin a conocerlo pero en unas circunstancias totalmente desfavorables; no obstante nos invita a ver el mar como una fuente de vida, NO como un reservorio de cadáveres y chatarra bélica. Los submarinos alemanes hundieron más de 3000 buques mercantes durante la II Guerra Mundial, y ahora hay submarinos atómicos hundidos en el Atlántico.

-Las acciones bélicas de las que es testigo y narrador (como operador de periscopio) le suponen una quiebra en su ánimo y acude a los libros en busca de la humanidad perdida. ¿La encuentra?

-El protagonista es un joven que no proviene de la escuela militar y tiene mucha sensibilidad; una gran conciencia de las emociones propias y ajenas, un gran apetito por la cultura y el conocimiento. Es un inconformista con el estado de las cosas y quiere cuestionarlo todo. El submarino es aquí como una metáfora de un útero, una burbuja aislada desde la que ejercer la introspección, la búsqueda en “nuestras profundidades” del verdadero sentido de la vida.

 

-La historia comienza de forma sorprendente: “Desconocía el mar cuando le regalaron libros de Verne”. Me parece una brillante manera de empezar un relato ambientado en un conflicto bélico.

-En efecto, aquí hay algo autobiográfico. A los diez años más o menos comencé a leer a Verne, y tampoco conocía el mar ni el horror de la guerra. Hoy día los niños y también algunos jóvenes ven la transmisión de un genocidio en directo, pero muy posiblemente no leyeron ningún libro de aventuras. Quería revalorizar esa imagen de un niño leyendo un libro.

-En cierto pasaje se lee: “Así como los tubos, según su destino y posición, van los hombres en la vida y en la guerra” (p. 25). A tenor del final de la historia, ¿el destino ha sido justo con él?

-Esta pregunta me hubiera gustado que sea respondida por el verdadero Ernst Peter, pero él ya no está con nosotros. Mi percepción a través del cuento es que fue infelizmente afortunado, ya que salvó su vida, pero vio la desaparición y muerte de la mayoría de la tripulación. Tuvo que soportar la violencia y vivir el horror.

 

-El libro intercala imágenes (cuadros hechos exprofeso) del reconocido artista Paco Sanguino, con quien le une gran amistad. ¿Dónde acaba la mera ilustración y comienza una completa identificación texto-imagen?

-Las ilustraciones son imágenes asociadas a las palabras; complementan o realzan un texto. En algunos casos pueden llegar a ser interpretaciones libres del mismo, como en el libro de Paul Bowles Muy lejos de casa, ilustrado por Miquel Barceló, o de Animalia de Cortázar, con ilustraciones de Isol.

En el caso de Virando a Babor, antes de nada nos impusimos relecturas del texto y discutir posibles técnicas y formatos; pero el trabajo “plástico” escogido por Sanguino no comenzó hasta que hubo una completa identificación con el texto, y su valioso aporte vino a reforzar, que NO a decorar el texto.

El dramatismo del blanco y negro del óleo sobre papel en las 14 obras que integran el libro, en mi opinión confirman el acertado diálogo entre palabra-imagen.

-El protagonista intenta conciliar vida y literatura, pero la guerra se interpone en su camino. Tras la terrible experiencia, ¿cómo aceptar que la literatura proporcione evasión y sosiego?

-Creo que en la cabeza de Ernst Peter habita un escritor o un artista. Conviven con cierta inquietud, una gran capacidad de observación, y permanente curiosidad por todo lo que ocurre en la vida de los demás, cosas que la propia rutina no les deja ver.

Hay un estado de inconformismo en todo, y un deseo de darles voz a las cosas que por temor o desidia se ocultan y luego se olvidan. En medio de la guerra persigue la belleza ética y estética. Se refugia en los libros. Pero hoy día, el sistema necesita sordos y ciegos; la sociedad de la sobreinformación y el espectáculo permanente no dejan tiempo para leer, pensar y hacerse preguntas.

-A la vista del resultado de esta colaboración artístico-literaria, ¿tiene previstos nuevos proyectos similares?

Virando a Babor, título del libro, está dado por un relato que obtuvo un 1º Premio de un concurso nacional organizado por la “Asociación Hércules de las Artes y las Letras” con anterioridad; pero el proyecto en sí y la posterior materialización del mismo es resultado de un trabajo en equipo que nos dio mucha satisfacción y nos dejó un buen sabor de boca. Desde la elección de las primeras imágenes hasta el formato del libro, todo fue consensuado.

Es justo destacar el trabajo de Míriam Bidondo en la confección de maquetas y el diseño gráfico del libro, y la complicidad de Alejandro Pedregosa quien redactó el prólogo del mismo.

A la vista entonces del resultado de este “periplo”, de la muy buena acogida y mejores comentarios recibidos, hemos dejado una “escotilla” abierta por la que pueda colarse alguna nueva iniciativa. La tripulación está dispuesta.