por Héctor Márquez
SE(LE)CCIÓN FEMENINA
Inés Lolago: madre del fuego, la hija del cántaro de lava
Tengo una hermana que vive en un cántaro de lava y está hecha de la sangre de un dragón arcano. No compartimos genes, ni nacionalidad, ni historia. Se llama Inés y hace de la voz y de su sabio espíritu su instrumento guiando a las personas para que encuentren su propósito en la vida. La conocí una noche de dobles serpientes, fractales del alma y suspiros arcanos alrededor de un fuego antiguo. Cuando amanecimos intercambiamos ideas, perfumes floridos y complicidades musicales. Y nos fuimos haciendo hermanos poco a poco.
Nació cerca de la Tierra de Fuego, allá por el confín del mundo, en la tierra de los bandoneones. Me dijo una vez que su verdadero maestro, su chamán preferido y una influencia espiritual en su música, era un paisano suyo, Atahualpa Yupanqui, aquel payador que escribió y cantó “Yo vengo de muy abajo,/ Y muy arriba no estoy./ Al pobre mi canto doy/ Y así lo paso contento,/ Porque estoy en mi elemento/ Y ahí valgo por lo que soy”. Aunque nació y vivió en Argentina lleva en España más de media vida, en varias ciudades y lugares: Barcelona, Tenerife, Málaga, Madrid. Si la dejan estar cerca de la Naturaleza y el silencio, ese es el lugar que elige. Se nutre de la Tierra.
Inés sostiene la disciplina de un guerrero y el alma de una poeta que sabe de lo visible y lo invisible. Su cuerpo es un junco entrenado en varias artes marciales orientales, en el yoga y la meditación. Su mente es sabia y leída y guarda un gusto exquisito para distinguir las voces de los ecos. Tiene un corazón abierto al mundo. Al visible y al invisible. Un corazón que es puritito terciopelo. Y eso se le nota cada vez que canta, habla y escribe. Cuida a un perro y un gatito y cambia de hogar, ciudad, país y continente a menudo, como quien busca un destino que está en cambio permanente. Inés canta, compone, entrena, medita, escucha, escribe, enseña, guía y sabe que el cuerpo nunca miente y que hay que aprender a escucharlo para darle lo que necesita. No lo que quiere. Sé, porque hemos compartido confidencias, risas, rituales, zumo de selva y charlas interminables, que el corazón se le ha quedado más de una vez muerto de frío en una helada intemperie mientras varios borrachos sin alma jugaban un partidito con él. Pero todo eso le hace más fuerte. Una vez me regaló un cebador de mate. Y como no quise apegarme más a lo que admiro, lo guardé con su papel de seda esperando alguna reencarnación.
Mi hermana, ya lo dije, se llama Inés. Inés Lolago Silben. Menudo nombre. Como Inés Lolago se la conoce en el mundo de la música donde ha brillado y se ha ido por bastidores muchas veces cuando los productores le han pedido vender su alma. Y también ha brillado en el universo del coaching y la enseñanza, tareas a las que se dedica ofreciendo una capacidad excepcional para guiar procesos esenciales para las personas: encontrar la voz propia, la cantada y la identitaria, y aprender a conducir y sostener las empresas creativas y proyectos personales. Ya ven que les hablo de ella más allá del afecto. Desde la admiración objetiva. Es una persona necesaria que pelea por no hacerse imprescindible para nadie. La he visto tumbar al ego y la vanidad de un golpe certero en muchas ocasiones. Es una guía. Una maestra auténtica, ya digo.
Ha grabado dos discos maravillosos en forma y fondo, Flecha y Madrefuego, y un sencillo, La retirada, llenos de canciones que si viviéramos en un mundo sensato y justo se habrían escuchado mucho más allá de esos círculos donde se le respeta y hasta se le venera sin que ella se deje elogiar en demasía. Y ha grabado y cantado una barbaridad a lo largo de su vida. Era una pipiola cuando se juntaba con señores grandes y bien rascados a cantar jazz, allá en Buenos Aires. De muy joven debatía de cualquier tema con la elocuencia de quien antes de hablar de algo ha leído y experimentado mucho. La voz, la palabra, el proceso, ya lo he dicho, son su territorio. Y como persona que sabe por experiencia propia que lo invisible es lo que mueve los hilos nada de lo que canta, escribe o enseña es banal. Busca la excelencia en la autenticidad y te impulsa a hacer lo mismo si estás cerca de su onda gravitatoria, pero busca hacerlo con ternura, firmeza y serenidad.
Hace años, cuando yo organizaba actividades, conferencias, debates y talleres para mi proyecto Aula Savia® en La Térmica de Málaga, invité a Inés a ofrecer una versión de uno de sus proyectos más exitosos. El taller de “el Yoga de la Voz”, que con el tiempo se ha acabado llamando La Vía de la Voz®. Como organizador tuve el privilegio de acompañarle a dos formaciones suyas. No puedo ni debo contar públicamente con detalle lo que pasó allí porque parte de la fuerza de aquellos aprendizajes radica en el respeto a la privacidad de los asistentes. Pero fui testigo de las profundas transformaciones que se produjeron en personas que vinieron casi desahuciadas. Recuerdo a un hombre que vino, incapaz casi de hablar, después de un rosario de operaciones en cuerdas vocales y malas prácticas médicas. Después de varias semanas aquel hombre nos cantó con orgullo y alegría y nos puso a todos los pelos de punta. Inés continúa haciendo sus talleres de La Vía de la Voz® por muchos lugares de España. La última vez que hablé con ella estaba viviendo en un dojo en la sierra madrileña.
El último trabajo que Inés está desarrollando lleva las cosas a otro nivel. Ella se ha convertido en la mejor guía posible de cualquier proceso y proyecto creativo, artístico, personal, profesional, vital que cualquiera quiera emprender. Su proyecto se llama Creadores con propósito. Después de tutorizar a decenas de personas de las más variopintas profesiones en los últimos cuatro o cinco años acaba de lanzar un podcast abierto a todo el mundo donde comparte sus aprendizajes y enseñanzas con todo el mundo. Ese podcast se llama Cántaro de Lava y en su edición musical y sonora le ayuda otro genio músico, este de Málaga, que lleva varias décadas acompañando a intérpretes y bandas. Jesús Durán. Jesusito lo llama ella. Cántaro de Lava son hasta la fecha de escribir estas líneas nueve episodios que duran entre los 12 y los 22 minutos donde la voz de Inés, una voz suave, pero con cuerpo e identidad capaz de transmitir confianza y conocimiento, nos va guiando por las diferentes etapas del proceso creativo. Sus palabras nunca son palabrería hueca y cursi. La fuerza espiritual de Inés se basa, ya lo dije, en distinguir las voces de los ecos. En no ofrecer lugares comunes y dopamina barata de falsos gurús.
Lo cuenta bien ella en su promoción del podcast: “Cántaro de Lava es un podcast dedicado a los procesos creativos y a la voz. No sólo la voz hablada o cantada, sino a esa voz más profunda: lo que vinimos a decir y ofrecer al mundo. Se suele hablar de las creaciones cuando ya están terminadas. Pero casi nunca se habla del proceso interno, que atraviesa quien crea -a veces con entusiasmo, a veces con miedo- en una cultura que está obsesionada con la velocidad, la productividad y la validación. Cántaro de Lava es un espacio para dar voz al caos antes de la forma. Y para recordarte que crear no es un lujo: es un llamado”*.
En la letra de una de sus canciones nos recuerda Inés: “La palabra sana/ la palabra cura/ la palabra es blanca y a veces oscura./ La palabra hechiza/ la palabra es sueño/ la palabra es alma/ y viaja con el viento./ La palabra crea/ la palabra escuda/ la palabra esconde/ y a veces desnuda./ La palabra es arma/ y compra cementerios/ también es espada/ que entra en el misterio”. Inés sabe de lo que habla. Por eso no dice ni canta nada insustancial jamás.
Pienso ahora, mientras escribo de ella con la intención de que se acerquen a su trabajo, que uno de los mayores dones que he recibido en mi vida es el de haber logrado que muchas mujeres inteligentes, llenas de talento y espíritu indomable me hayan considerado su amigo y me hayan compartido cosas que no suelen hablar con los hombres. Muchos varones no son de fiar, es cierto. Lo digo por experiencia y estadística. Supongo que es el miedo y la ignorancia la que guía a los hombres a cosificar a las mujeres. No saben lo que se pierden. El espíritu de la mayoría de las mujeres suele ser más rico, arcano y profundo que el de la inmensa mayoría de los hombres. Casi todo lo que he aprendido y recibido en este mundo que de verdad merece la pena llevaba la guía de una mujer. Con mi madre aprendí que el mayor regalo que un hombre puede recibir es hacerse digno de la amistad y la confianza de una mujer. Si una mujer valiosa aprueba lo que haces, no lo dudes, estás en el buen camino. Así que permítanme un consejo. Entren en el mundo de Inés Lolago y escuchen su cántaro de lava. Y aprendan a escucharse ustedes mientras tanto. Libres de ecos y adulaciones baratas acabarán encontrando su propia voz. La que quizás desconocían o no se atrevían a reconocer. Y déjense guiar. Algo aprenderán en el proceso.
https://ineslolago.com/cantaro-de-lava-podcast/




